En él se realizaba a cabalidad el
"vir bonus" que proponía Catón El Censor, no tanto por su acendrada
bondad sino -de modo especial- por su talento y audacia y por su ánimo y
entereza admirables para consolidar una formación intelectual y universitaria,
ante las vicisitudes presentadas en su juventud, altamente superadas.
Nació en Filandia el lo. de junio
de 1906 y murió en Calarcá el 3 de octubre de 1960. El 28 de abril de 1938 obtuvo
de la Universidad
del Cauca el título de doctor en Derecho y Ciencias Políticas con su
monografía: "Las principales escuelas económicas" que, según el
presidente de tesis, doctor Alfredo Constaín, reveló en su autor un penetrante
espíritu de investigación y un dominio completo en tales materias. En la página
de gratitud de su tesis de grado mencionó al médico y escritor Carlos Uribe
Piedrahíta (1897-1951), rector de la Universidad del Cauca y autor de "Toá"
y "Mancha de aceite", "quien me ennortó en hora incierta",
escribe el nuevo abogado.
El doctor Naranjo fue profesor de
castellano en la citada universidad, miembro del Consejo Directivo y jefe de
Redacción y colaborador de la “Revista Jurídica de la Universidad del Cauca”.
En el Gran Caldas fue diputado a la
Asamblea y secretario de Educación; magistrado del Honorable
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Pereira (1943-1947), que comprendía los
circuitos judiciales de Apía, Armenia, Belén de Umbría, Calarcá, Filandia,
Pereira y Santuario, con jurisdicción en diez y ocho municipios y ocho corregimientos;
concejal de Pereira, notario lo. de Calarcá y otros cargos en la rama
jurisdiccional.
Aspecto central de su
temperamento fue su apasionado amor por la gramática y su vocación de filólogo.
Causaba placer su conversación de afilada hipérbole, amena, inteligente, en
punzantes actitudes de dramático humor, como eran una fiesta intelectual -al
calor de unas copas- sus charlas sobre literatura, historia, filología, derecho,
que configuraban un ingenio descollante y entusiasta.
Fue un magistrado de singular
brillantez, ecuánime en sus determinaciones, atinado en sus providencias,
juicioso en sus conceptos, con términos muy ajustados y selectos como fueron
sus escritos literarios, siempre fiel a la sublime disciplina que, como
enseñaba Ulpiano, consiste en la constante y .perpetua voluntad de dar a cada
uno lo que le pertenece como suyo. Horacio Naranjo Martínez tuvo muy presentes
la esperanza, la fe y la fortaleza en la estructura de su vida, como lo
instituye Erich Fromm en "La revolución de la esperanza".
Es uno de los grandes hijos de
Filandia y valiosa personalidad de la comunidad grancaldense.
Jaime Naranjo Orrego
Filandia, Quindío
Publicado en el diario La Crónica
del Quindío
Armenia – 8/Nov/96
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