jueves, 22 de agosto de 2013

Ignacio Torres Giraldo



Ignacio Torres Giraldo sindicalista, organizador popular e intelectual marxista colombiano nacido en Filandia (Quindío) el 5 de marzo de 1893 y muerto en Cali el viernes 15 de noviembre de 1968. Hijo de Ignacio Antonio Torres y Dolores Giraldo, de origen antioqueño y descendiente de colonos.
Su padre sufre los rigores de la persecución a raíz de su apoyo a los liberales en la guerra de los Mil Días. Sus primeros años de vida transcurren entre Pereira y Sevilla. Por los cambios de domicilio familiar y falta de recursos aprende a escribir a los 16 años. Ya podía juntar sílabas y palabras gracias a la ayuda de una hermana menor, de su abuela que usaba un libro de oraciones y de su esfuerzo autodidacta cuando trataba de leer todos los avisos públicos de Pereira.
A partir de 1911 toma libros en alquilar de la única biblioteca existente en Pereira y compraba cuando le era posible libros de autores españoles y franceses. Toma algunas clases como asistente del profesor Deogracias Cardona, a quien le presenta unos poemas dedicados al río Otún y que, según Torres Giraldo, eran "horrorosos". Durante su adolescencia simpatizó con el liberalismo radical de Rafael Uribe Uribe y de Benjamín Herrera, posiciones que expresa en el periódico El Martillo, Periódico del Pueblo en 1914, pero los sucesos de la Revolución de Octubre de 1917 lo llevaron a vincularse prontamente al movimiento obrero y al marxismo. Participó en la fundación de los primeros sindicatos y grupos socialistas de Colombia, viajando por todo el país en labores de agitación.
Junto a otros líderes populares como María Cano, Raúl Eduardo Mahecha y Tomás Uribe Márquez organiza sindicatos, promueve huelgas y hace demandas en defensa de los trabajadores. Participó de la redacción de los primeros periódicos comunistas del país, entre ellos La Humanidad y Tierra.
En este período sufrió detenciones, prisión y destierros arbitrarios por parte de autoridades locales y regionales que veían en Torres Giraldo un enemigo público por sus ideas revolucionarias. Participó en la fundación de la Confederación Obrera Nacional CON, del Partido Socialista Revolucionario y del Partido Comunista de Colombia, del cual fue secretario general de 1934 a 1938. Participó del IV Congreso de la Internacional Sindical Roja y del secretariado latinoamericano de la Internacional Comunista en Moscú.
En la Unión Soviética vive y trabaja por casi cinco años y se convierte en uno de los primeros enlaces comunistas con España y el resto de Latinoamérica. Durante ese tiempo aprende a comunicarse fluidamente en ruso, alemán e italiano.
Desaveniencias con la dirección nacional del Partido Comunista lo llevaron a marginarse de este en 1942 siendo públicos sus enfrentamientos con Luis Vidales y Augusto Durán. Se dedicó entonces al trabajo intelectual y periodístico publicando los cinco tomos de Los inconformes, trabajo histórico sobre las luchas populares en Colombia. Publicó tambiénMaría Cano, mujer rebelde, La cuestión campesina en Colombia y escribe algunas obras de ficción todavía inéditas.
En los últimos años, al tiempo que escribía, organizaba su archivo y dictaba cursos sindicales; también tuvo una pequeña librería en Palmira, llamada "Cervantes". Fue padre de Eddy y Urania y abuelo de varios nietos.
Muere a los 75 años en Cali y su cuerpo fue velado en la sede de la Federación de Trabajadores del Valle "Fedetav", siendo despedido por líderes sindicales y políticos. Luego de su muerte, la familia donó su amplísimo archivo de libros y papeles a la Facultad de Humanidades de la Universidad del Valle, que lo declaró patrimonio de la nación e inició sus trabajos de conservación y difusión. Dicha institución publicó de manera póstuma Anecdotario (2004) y Cincuenta meses en Moscú (2005).

Enlaces externos:  Edición electrónica de Cincuenta meses en Moscú - Biografía de Ignacio Torres Giraldo en la Biblioteca Luis Ángel Arango - Biografía de Ignacio Torres Giraldo en el blog de Jaime Naranjo Orrego "Personajes de Filandia".

Tomado de la Publicación de Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Ignacio_Torres_Giraldo 

Con referencia a la información que aparece en Internet sobre la fecha y lugares de nacimiento de Ignacio Torres Giraldo, me permito hacer las siguientes puntualizaciones de acuerdo con los registros eclesiásticos de matrimonios y bautismos que obran en el despacho de esta parroquia: 1. El libro de matrimonios 01, folio 76, presenta la inscripción del matrimonio de Ignacio Torres y Dolores Giraldo el 8 de julio de 1891, hijos de Martín Torres y Fernanda Arias y de Felipe Giraldo y María de Jesús López, respectivamente. 2. El libro de bautismos 03, folio 187, registra el bautismo de Ignacio Antonio el 5 de marzo de 1893, hijo de Ignacio Antonio Torres y Dolores Giraldo. Abuelos paternos Martín Torres y Fernanda Arias y maternos Felipe Giraldo y María de Jesús López. 3. Los hermanos Manuel José y José María nacieron en Filandia (Quindío) el 26 de abril de 1892 y el 17 de agosto de 1894, respectivamente, como aparece en los correspondientes libros de bautismo, con los nombres de los abuelos citados más atrás. 

Jaime Naranjo Orrego
Filandia, Quindío

Para mayor información: jaimenao@outlook.com



Por: Luis I. Sandoval M.     EL ESPECTADOR

Ignacio Torres Giraldo (1892-1968)

Ignacio Antonio Torres Giraldo nació en Filandia (Quindío) el 5 de marzo de 1892 y murió en Cali (Valle) el 15 de noviembre de 1968. Escribo esta nota con ocasión de los 50 años de su fallecimiento porque considero que el país debe tener noticia de su vida en el contexto de los tiempos en que le tocó vivir y percatarse de la vigencia de su lucha civilista por la emancipación social del pueblo trabajador.
No estamos acostumbrados a considerar relevantes en la historia colombiana la vida y ejecutorias de figuras pertenecientes a las capas plebeyas de la sociedad, menos las de un autodidacta que se convirtió en brillante intelectual marxista, historiador destacado y prominente dirigente político comunista como fue Ignacio Torres Giraldo.
Imposible hablar de Ignacio Torres sin hablar de María Cano, la Flor del Trabajo, la figura pública más destacada del obrerismo en los años 20. Él y ella fueron fundadores, junto con otros líderes sociales e intelectuales, del Partido Socialista Revolucionario (PSR) en 1926, sin adscripción a la Internacional, y luego compartieron espacios cotidianos de vida en los años 40 y 50.
En los 20 hicieron causa común con ellos destacados dirigentes como Raúl Eduardo Mahecha, Tomás Uribe Márquez, Guillermo Hernández Rodríguez, Gonzalo Sánchez, Rafael Vaquero, Elvira Medina, Sofía López, Juan de Dios Romero, Erasmo Valencia, Manuel Quintín Lame, Enriqueta Jiménez… Fundado el Partido Comunista de Colombia (PCC) en el año 30, se desempeñan como sus primeros secretarios generales Guillermo Hernández, Luis Vidales e Ignacio Torres…
La acción política de Torres está inscrita en el marco de la III Internacional (Komintern) de la época de Stalin en la URSS. Torres Giraldo pasó un período de casi cinco años (1929-1934) estudiando marxismo en la capital de la Unión Soviética. Fue el tiempo en que se convirtió en “un convencido líder doctrinario estalinista”, aspecto inocultable en la brillante trayectoria de Torres Giraldo (Meschkat y Rojas, 2015).
Sobre esta etapa Torres escribió 50 meses en Moscú, texto recientemente publicado por la Universidad del Valle. Ignacio se aparta de la militancia en el PCC por desavenencias con otros líderes comunistas a comienzos de los años 40 cuando se afirmaban las tesis de Frente Popular ante el agobiador ascenso del fascismo.
Ignacio y María viven un corto período en Bogotá poco después del 9 de abril de 1948. Fue el momento en que Eddy, hijo de Ignacio criado amorosamente por María, se graduó como abogado en la Universidad Católica Bolivariana de Medellín y vino a la capital junto con su compañero de promoción Belisario Betancur Cuartas.
Era el tiempo en que Torres había comenzado a escribir Los inconformes para relatar la “historia de las masas en Colombia”. Obra de alto vuelo en cinco volúmenes que ofrece un amplio panorama de la historia del país desde el ángulo social. Belisario, quien vivía en casa de Ignacio y María, fue uno de los primeros lectores de Los inconformes.
En abril de 2016 conocí el edificio de La Candelaria (carrera 4° #12-61, piso 3) donde se produjo ese cruce de caminos entre los connotados líderes de la izquierda, Ignacio Torres y María Cano, y quien luego sería un sobresaliente líder conservador y presidente de la República entre 1982 y 1986, Belisario Betancur.
Durante más de una década Ignacio Torres, radicado en Medellín, como marxista independiente prosigue su trabajo de investigador y escritor de historia social. De ese tiempo son Huelga general en Medellín y Síntesis de historia política colombiana. A comienzos de los años 60 Ignacio vuelve al Valle del Cauca y se radica en Palmira donde atiende la Librería Cervantes de su propiedad. Llega al fin de sus días en Cali, en 1968. María Cano había fallecido el año anterior en Medellín.
Otra obra de Ignacio es precisamente María Cano, mujer rebelde: “María Cano es la única mujer de Colombia y de América que ha logrado encarnar en un momento de la historia toda la angustia y los anhelos de un pueblo”, dice en el último párrafo de un sentido texto que terminó en mayo del 68.
Ignacio fue también fundador de periódicos, entre ellos El Martillo, de Pereira; La Humanidad, de Cali; colaborador de la Ola Roja, de Popayán, y de Tierra. Otras dos obras suyas que tuvieron importante impacto práctico en el campo de la lucha social y la acción política fueron La cuestión indígena en Colombia y La cuestión sindical en Colombia
Urania, hija de Ignacio, conservó por largo tiempo varias obras inéditas de su padre y su archivo político, materiales que donó a la Universidad del Valle. Urania, muy lúcida, vive en Cali.
Sobre los últimos años de Ignacio Torres en Palmira se cuenta con el valioso testimonio de Gustavo González, querido amigo residente también en Cali, quien por esa época tuvo estrecha relación con Ignacio siendo un joven líder obrero. Es Gustavo quien con sus vívidos recuerdos suscita en mi espíritu la admiración que tengo por Ignacio Torres y su obra.
Torres, de origen campesino, quien a los 16 años todavía no sabía escribir, con el correr de los años se convirtió en escritor de literatura, historiador, editor de periódicos, dirigente político y educador. Además del español tenía buen dominio del francés, el ruso, el alemán y el italiano.
Ignacio Torres, persona de carácter amable y tranquilo, era al mismo tiempo un hombre de profundas convicciones y decisión inquebrantable de lucha. Su huella es imperecedera y sus obras de historia social, que está editando el Departamento de Humanidades de la Universidad del Valle, constituyen útil lectura para quienes desde la orilla alternativa aspiran a transformar a Colombia.
Ayer y hoy las expresiones comunistas y otras formaciones de carácter crítico y sentido transformador, incluidos los movimientos políticos que surgen de los insurgentes que hacen acuerdos de paz, constituyen opciones absolutamente válidas en el marco de la pluralidad democrática. La paz radica en superar la inveterada exclusión. La historia es maestra de vida.
lucho_sando@yahoo.es




Región / MAR 24 2013 / Hace 5 Años   LA CRÓNICA DEL QUINDÍO - ARMENIA

Ignacio Torres, un quindiano de 120 años

Ignacio Torres Giraldo, fue un sindicalista nacido en Filandia, las ideas revolucionarias estuvieron presentes desde muy corta edad.

La influencia de la antigua Unión Soviética, las tensiones entre las diversas facciones de los partidos Liberal y Conservador y el naciente proyecto comunista despertó en él la necesidad de pensar de manera diferente, de luchar por los derechos y agitar las masas en torno a la revolución. 

Desde muy temprano tiene conciencia de escritor, de observador y transmutar en palabras lo que su experiencia, su memoria y su investigación no querían perder. Sus primeros años de vida los pasó entre Pereira y Sevilla, ya que su padre sufrió de persecuciones a raíz de su apoyo a los liberales en la Guerra de los Mil Días.

Su progenitor se encarga de enseñarle a conocer los números, a dibujar y a firmar, pues no tenían los recursos y tampoco había escuela donde matricularlo. Aunque aprendió tarde a escribir, su sed de conocimiento, y su esfuerzo autodidacta de leer los avisos públicos, lo llevaron a lograr juntar sílabas y palabras desde muy niño. 

Luego de lograr leer de corrido, se enamoró de la literatura y empieza a alquilar libros en la única biblioteca existente en Pereira, y cuando tenía la posibilidad compraba las obras que encontraba más afín con sus ideas comunistas de autores franceses y españoles.

Por falta de recursos no pudo entrar a la universidad, sin embargo, su espíritu curioso y ansioso por conocer el mundo, asiste a clases del profesor Deogracias Cardona. A pesar de no estar oficialmente en el curso que dictaba, Ignacio presentó poemas a su profesor dedicados al río Otún y que según él mismo eran “horrorosos”. 

A pesar de ser apenas un adolescente, simpatizaba con el liberalismo radical de Rafael Uribe Uribe y de Benjamín Herrera, sin embargo, la revolución de octubre de 1917 lo llevan a vincularse al movimiento obrero y al marxismo. Lleno de energía e ideas sindicalistas, viaja por todo el país en labores de agitación, y participa en la fundación de los primeros sindicatos y grupos socialistas de Colombia. 

Junto a otros lideres populares como María Cano, Raúl Eduardo Mahecha y Tomás Uribe Márquez, organiza sindicatos, promueve huelgas y hace demandas en defensa de los trabajadores. Gracias a un joven policía de Pereira que había fundado un periódico, aprende a ejercer el periodismo y se enamoró de las letras y de la forma de difundirlas entre la gente. 

De esta manera participó de la redacción de los primeros periódicos comunistas del país entre los que se encontraba La humanidad y Tierra. Fue un hombre de acción y palabra, hizo mucho y escribió un montón, su inteligencia fue producto del aprovechamiento que les dio a las oportunidades que se le presentaron y que supo aprovechar en todos los instantes. 
Durante su época de revolucionario sufrió detenciones, prisión y destierros arbitrarios de las autoridades locales y regionales que veían en Torres Giraldo un enemigo público por sus ideas. Sin embargo, no pudieron silenciar las voces revolucionarias con las que nació, y participó en la fundación de la Confederación Obrera Nacional, el Partido Socialista Revolucionario y el Partido Comunista de Colombia. 

Además participó del IV congreso de la Internacional Sindical Roja y del secretariado latinoamericano de la Internacional Comunista en Moscú. Con la idea de conocer más y desarrollar nuevas ideas para Colombia, se traslada a la Unión Soviética, donde vive y trabaja por casi cinco años y se convierte en uno de los primeros enlaces comunistas con España y el resto de Latinoamérica. 

Por enfrentamientos públicos con Luis Vidales y Augusto Durán, además de la desavenencia con la dirección nacional del partido Comunista, abandona este. Después de esto, se dedicó al trabajo intelectual y periodístico, publicando los cinco tomos de Los inconformes, trabajo histórico sobre las luchas populares en Colombia. 

También escribió María Cano, mujer rebelde, La cuestión campesina en Colombia y escribió algunas obras de ficción todavía inéditas. En los últimos años, al tiempo que escribía, organizaba su archivo y dictaba cursos sindicales; también tuvo una pequeña librería en Palmira, llamada Cervantes. 

Escribía historias del pueblo colombiano para aportar a su educación sembrando la esperanza y los deseos de un futuro mejor para los obreros, campesinos y demás sectores marginados de la sociedad. Murió a los 75 años en Cali y su cuerpo fue velado en la sede de la Federación de Trabajadores del Valle, siendo despedido por líderes sindicales y políticos. 
Luego de su muerte, la familia donó su amplísimo archivo de libros y papeles a la facultad de humanidades de la universidad del Valle, que lo declaró patrimonio de la nación e inició sus trabajos de conservación y difusión.

Entre las donaciones se encontraba su Anecdotario, que muestra su propia definición, con pequeñas notas con identidad temática que concentran, en su espacio de escritura un imaginario que se parece a la realidad de los recuerdos. 
El legado de su vida y obra debe servir como ejemplo a todos aquellos que deseen transformar lo existente y poner sus conocimientos al servicios del pueblo. 

Demostró ser un intelectual de su época que lucho siempre por hacer de Colombia una sociedad verdaderamente democrática, independiente y soberana.



lunes, 8 de julio de 2013

Ovidio Orrego

Nueva publicación en La Crónica del Quindío, Armenia, 8 de julio de 2013.





La aparición del Deportes Quindío en el fútbol profesional colombiano en 1951 permitió la consolidación de una afición, la oportunidad para el periodismo, para el arbitraje y fue un excelente vehículo de promoción para la creación del departamento del Quindío.
El espigado hijo de Filandia, quien jugaba de centro-medio, terminó su partido preliminar en el estadio San José y se fue a la tribuna para ver el juego profesional entre Quindío y América (sucedió en 1954). Luis Alberto Fernández, silbato uruguayo, quien había sido designado por la Dimayor no llegó al estadio. Pidieron un voluntario y ahí estaba Orrego (desde 1946 alternaba su actividad futbolística con el arbitraje en partidos aficionados).
En Bogotá se enteraron de la aparición del nuevo silbato y le dieron la oportunidad, siendo designado para el compromiso oficial por campeonato entre Once Deportivo y Boca Juniors de Cali en el estadio Fernando Londoño de Manizales. Era el mes de julio de 1954.
En Colombia había invasión de futbolistas y árbitros extranjeros. Y entre ellos emergió uno de los nuestros, Ovidio Orrego, para convertirse en el mejor entre los de negro, haciéndose respetar de jugadores criollos y foráneos por su sentido práctico para aplicar el reglamento.
Los directivos lo pedían para los partidos bravos porque era prenda de garantía. Hasta Santiago Bernabeu solicitó sus servicios arbítrales. El afamado dirigente del Real Madrid lo escogió entre los cinco silbatos que puso a su disposición la Dimayor para orientar el recordado partido entre Real Madrid y Millonarios en el estadio El Campín el 4 de julio de 1959. Ese día Ovidio Orrego se dio un vitrinazo mundial, porque la actuación del Real Madrid generó gran despliegue de la prensa europea. En la nómina titular del equipo merengue para ese partido figuraron entre otros: Alfredo Di´Stéfano, Ferenk Puskas y "Paco" Gento, auténticas figuras del fútbol orbital.
Su excelente desempeño en el torneo colombiano lo hizo merecedor de la escarapela FIFA y en esa condición dirigió partidos de Copa Libertadores y las eliminatorias para el Mundial de Suecia 1958.
"Sauce" sin mundial. Sus enormes progresos, ratificados cada domingo en los exigentes partidos que le encargaba la Dimayor, sumado al desempeño internacional, hicieron pensar que sería tenido en cuenta por la ADEFÚTBOL para postularlo como representante de los silbatos colombianos en el Mundial de Chile 1962. Pero no fue así. La rectora del fútbol colombiano con sede en Barranquilla se inclinó por un hombre de esa tierra, José "Puñaleta" Sundheim, quien finalmente asistió a Chile.
Ovidio Orrego también fue marginado de manera extraña del torneo Juventud de América realizado en Colombia en 1964, pues fue nominado inicialmente, pero nunca le enviaron los tiquetes, ni le indicaron el sitio al cual debía desplazarse.
Ovidio Orrego nació en Filandia (en ese entonces de Caldas) el 5 de octubre de 1927.  Retirado del arbitraje trabajó durante 17 años con Coldeportes Quindío y fundó su colegio de árbitros. Igualmente tuvo un taller de zapatería. Después del terremoto de 1999 en Armenia lo perdió todo y se radicó en su pueblo natal, donde murió el 19 de enero de 2001.
Pidió a su familia que no le hicieran homenajes y que sus cenizas fueran arrojadas al río Quindío.
Ovidio "Sauce" Orrego fue el pionero y señaló el camino para otros árbitros quindianos como Eliécer Saldarriaga, Fernando Panesso, quien también logró la escarapela FIFA y la conservó durante 10 años, Fernando Uribe, Elio Fabio Naranjo, Jorge Ramírez (escarapela FIFA durante un año), Sebastián Valencia, Rafael Rivas (asistente FIFA) y Ramiro Suárez.
LOS TORNEOS INTERNACIONALES DEL SAUCE
El debut: domingo 17 de febrero de 1957 en San José: Costa Rica 3- Guatemala 1. El 2 de octubre de 1957 estuvo en Paramaribo (Antillas Holandesas), dirigiendo el juego entre Surinam 1 - Aruba 2.
En Copa de Campeones (hoy Copa Libertadores) abril 9 /61: Barcelona 2 -Santa Fe 2. El 28 de mayo de 1961 en Sao Paulo, Palmeiras 4 -Santa Fe 1. En el suramericano de 1963 en Bolivia (hoy Copa América) dirigió 5 partidos, entre ellos el juego definitivo donde Bolivia se consagró campeón al derrotar 5-4 a Brasil. Según estadísticas de Guillermo Ruíz Bonilla,
"Sauce" Orrego dirigió 412 partidos oficiales en torneos de la Dimayor entre 1954 y 1971.

Publicado en la Revista Conmemorativa Quindío 60 años – Edición Exclusiva – Junio 2011
Director general: Danilo Gómez Herrera.

https://cronicadelquindio.com/noticias/deportes/la-copa-america-del-sauce-orrego





sábado, 18 de mayo de 2013

Carlos Ariel Betancur de la Pava




El registro de bautismos # 1.605 se refiere al nacimiento de Carlos Ariel Betancur de la Pava en Filandia el 6 de marzo de 1935, hijo de Manuel  Antonio Betancur Hernández y María de la Pava Suárez; abuelos paternos Manuel Betancur y María Antonia Hernández, y maternos Manuel de la Pava y Clara Suárez. Se casó en Manizales el 30 de octubre de 1957. J.N,O.
 
Adiós al padre del Festival de Teatro de Manizales
Tras su muerte en Armenia el 18 de abril de 2013, la cultura de Colombia y en especial del Eje Cafetero perdió las luces creativas de un visionario de las artes, quien las concibió más allá del telón y un cerrado recinto. Carlos Ariel Betancur visionó las artes como un gigante itinerante y multicolor, polifacético e idiomático que se lleva a la calle, impactando sociedades y cambiado realidades.
A sus 78 años de edad, Carlos Ariel Betancur Pava dejó a Colombia un legado escénico de altura erigido junto a otros seres valiosos de Caldas, que irrumpió hace años las fronteras patrias para poner en el escenario mundial a su primogénito estelar: El Festival de Teatro de Manizales.
En su momento, desafió la jerarquía católica y a su máximo exponente monseñor Arturo Duque Villegas, al hacer dar los primeros pasos en 1968 a este Festival que los más conservadores sintieron como una provocación y otros sectores lo percibieron como los izquierdistas como asunto de vanguardia.
El Festival se constituyó en un hito en América y el mundo, razón por la cual sumada a la personalidad de su gestor, el sentimiento que deja su deceso en las directivas actuales del evento se resume en tristeza “por la desaparición de un ser especial, muy culto, inteligente y serio, un trabajador incansable, un gran gestor cultural“.
Árbol que nace derecho
Como cuenta su sobrino, Diego Pava Betancur “a fines del año pasado Carlos Ariel decidió que era hora de un merecido descanso y esta estación en su vida lo trajo a Armenia en diciembre. Muy a pesar de sus allegados, no todo lo planeado sucede tal cual se piensa y su salud cardiovascular menguó, de la mano con otros padecimientos. Su ánimo declinó y este árbol de tronco y ramas fuertes llegó al otoño de su existencia”.
Carlos Ariel, cita su sobrino, “un cultor por excelencia, recordaba con semblante tranquilo y pleno, su días de esplendor en la capital caldense, hablaba de la calidez de su gente y la cultura de su raza”.
Menciona “que en su fuero íntimo y sin mencionarlo, contrario al adagio popular según el cual ¨árbol que nace torcido jamás … el Festival, estaba hecho a la imagen y semejanza de uno de su progenitor, un macizo árbol que dio buen fruto y por ello, aún sobrevive con dificultades de toda índole y dardos de fuego que lanzan de diversos frentes de batalla”.
Betancur Pava, quien fue director del teatro Los Fundadores, promovió la creación de este certamen escénico junto a personalidades como Emilio Echeverri y Ernesto Gutiérrez Arango, directivos de antaño de la Cámara de Comercio de Manizales y de la universidad de Caldas, respectivamente.
Durante su primigenia etapa de vida rememoran sus cercanos “el Festival reunió a figuras insignes como los escritores Miguel Ángel Asturias, Pablo Neruda y Ernesto Sábato, Mario Vargas Llosa, además de reconocidos creadores del teatro como el polaco Jerzy Grotowski”.
Enseguida de su participación en este evento, se desempeñó como exitoso empresario teatral. Estuvo en España, Francia, Polonia, Argentina, México, Brasil, Suecia y Estados Unidos como conferencista y gestor cultural realizando talleres y seminarios. Haciendo gestión, creando contactos y abriendo, con el festival mismo, las posibilidades para que en otras partes del orbe se efectuaran eventos similares.
Cuenta el ingeniero y artista plástico, Pava Betancur que su amado tío estuvo en Bogotá los últimos años después de haber vivido una temporada en Estados Unidos de norteamérica, donde la creatividad y el trabajo fueron también sus constantes cotidianos. “En Los Ángeles incursionó en el periodismo y organizó algunos medios de difusión escritos y radiales dirigidos a la comunidad hispánica”.
Regresó a su patria en el  2007. Se radicó en Bogotá donde dio a luz obras de teatro dirigidas a los adolescentes y su problemática, que se representaron en escuelas y colegios de algunos municipios de Cundinamarca, allí los estudiantes vieron reflejados sus problemas sexuales y sicológicos en las tablas.
Algo de sí mismo
Estudió en Buenos Aires 6 semestres de Medicina, fue profesor en Manizales de varios colegios durante algunos años, a la par que trabajaba en el mundo radial, incursionando con programas de corte cultural, que le dieron relevancia a la radio de ese tiempo. Creó a comienzos de los 60 la revista Cinema, dirigida al cine arte que estaba en primera línea en la cultura mundial y especialmente la europea. Estudió Filosofía y Letras en la universidad de Caldas de Manizales donde se graduó en el año 1967.
Hijo de Antonio Betancur y María Pava, nació en Filandia el 3 de marzo de 1935. Sus primeros años transcurrieron en Montenegro y se graduó de Bachiller en el colegio de Nuestra Señora de Manizales.
Se casó con Fanny Ocampo Duque oriunda de Montenegro, tuvieron 4 hijos: María Teresa, Carlos Ignacio, Luis Guillermo y Ana Victoria.


Pensamientos de un amigo
Su amigo desde siempre, Augusto León Restrepo R., cuenta que lo conoció en 1953 en el Colegio de Nuestra Señora de Manizales, de donde Carlos Ariel era egresado y entonces se desempeñaba como catedrático.
En su crónica homenaje León R relata que “años más tarde Carlos Ariel … se dedicó a enseñar química en varios colegios de Manizales.  Pero también, a conversar con los alumnos y a embrujarlos con teorías literarias y filosóficas. Y con el cine. Y con el teatro. Fundó cine clubes. Dirigió una obra , El Proceso a Jesús, del italiano Diego Fabri, que presentó  en el Teatro Avenida  y hizo parte principal de una tertulia  musical con los profesores Julio César Morales y Bernardo Trejos Arcila, Rubén Londoño Jaramillo, Ernesto Jaramillo Baena, Yolanda y Gloria Hoyos,  Ángela Botero Restrepo y Fanny González, entre otros, con quienes, y bajo su dirección, tratamos de montar ‘Los  árboles mueren de pié’, de Alejandro Casona, aventura por fortuna fallida porque si no otra hubiera sido nuestra suerte”.
Cita sobre las andanzas de Carlos Ariel, quien había viajado por Argentina y suramérica. “Y algún día se me apareció en la oficina  a tomarse un café y a contarme de que en Buenos Aires y en Montevideo se gestaba en las universidades un interesante movimiento teatral. Y que, para aprovechar las instalaciones del teatro Los Fundadores, por esa época uno de los escenarios más modernos y funcionales de latinoamérica, por qué no pensábamos en traer unos grupos de esos  y armar una especie como de encuentro de universitarios con sus  presentaciones escenográficas. Yo le dije que  lo iba a poner en contacto con el secretario de la universidad de Caldas, a ver si con el patrocinio de la entidad  se podrían traer a  los muchachos teatreros.
Y que también hablara con el Director de la Cámara de Comercio, porque el esfuerzo económico sería grande. Hernando Yepes y Emilio Echeverri, titulares de los mencionados despachos, atendieron a Carlos Ariel y prendieron los motores de la más maravillosa aventura intelectual concebida en Manizales y en Colombia. Yepes acudió a Ernesto Gutiérrez y éste a Jaime Sanín Echeverri, presidente de Ascun (Asociación colombiana de Universidades) y Echeverri se encargó de promocionar la empresa entre la acicalada y  conservadora dirigencia manizaleña.
Que con Ernesto Gutiérrez Arango, Enrique Mejía Ruiz, Rodrigo Ramírez Cardona,  y la decidida complicidad de mujeres como Lucía Corrales, María Teresa Londoño, Amparo Palacio, Margarita Corrales y Esneda Morales, el periodista de El Tiempo, José Fernando Corredor , Oscar Jurado , director de Textos, el periódico del Festival y los de La Patria Jorge Santander y Beatriz Zuluaga, (perdón por las omisiones), cristalizaron la luminosa idea de Carlos Ariel y convirtieron a Manizales, a partir de octubre de 1968, en el epicentro cultural, político, libertario, democrático, revolucionario, de América Latina.
Relata con detalles, fechas y lugares exactos que como siempre Carlos Ariel “se salió con la suya y unas veces como asesor de la Junta Directiva y otras  como Director, se encargó de establecer vínculos definitivos de la intelectualidad con el Festival. Gracias a ello fue posible la presencia  de Pablo Neruda y Miguel Ángel Asturias, Premios Nobel de Literatura y de Mario Vargas Llosa y Patricia, y el gran Ernesto Sábato en Manizales. Y  también de maestros de la escena mundial como Jerzy Grotowski, José Monleón, Sergio Vodonovic, Alfonso Sastre y Jack Lang, con quienes Betancur mantuvo una fluida comunicación y amistad, lo mismo que con los Directores de festivales del mundo, a los cuales fue invitado permanente.
Pérdida para el arte y cultura
De la misma crónica homenaje escrita por la pluma de Augusto León Restrepo R. se sabe que “concluído su ciclo con el Festival, Carlos Ariel se dedicó a agenciar artistas. Trajo a giras por el país a  Mercedes Sosa, Atahualpa Yupanqui, Horacio Guarany, Soledad Bravo, Los Chalchaleros, Ariel Ramírez y su Misa Criolla y Los Chasquis , entre otros. Y con Alfonso Lizarazo, originó los festivales del humor. En Brasil, durante cinco años, fue productor ejecutivo del Teatro O Balcao, de Ruth Escobar.
Finalmente, y por su cercana amistad el Quindío y Colombia pueden percibir la magnitud del quebranto que implica para las artes escénicas y la cultura esta partida, por cuanto Carlos Ariel Betancur P no cesaba de embarazarse de proyectos trascendentes. Augusto León Restrepo R. sabe que habían ideas más ambiciosas: “en una de nuestras últimas conversaciones, me dijo que esperaba producir la gran obra teatral sobre el vallenato. Y que andaba investigando las andanzas del Clérigo Arenas, un famoso estafador del Viejo Caldas, con miras a elaborar un guión para la televisión colombiana”.

sábado, 23 de marzo de 2013

Alberto Medina López




Nació en Filandia el 31 de julio de 1962, hijo de Alonso Medina Vallejo y María Lidia López; tiene su corazón dividido en dos pasiones: la literaria, que estudió en la Universidad Nacional, y la periodística, a la que ha dedicado su vida. Además de trabajar en la unidad investigativa de este diario, Medina ha forjado gran parte de su carrera en la televisión, pasando por el Noticiero Nacional y 'La Noche', de RCN. En la actualidad es el Director de Información de Caracol Televisión. Sin embargo, ha aprovechado su vena literaria para escribir también libretos y realizar documentales. 

HOMENAJE CONTEMPORÁNEO A LA LITERATURA ERÓTICA

Es difícil no dejarse atrapar por las primeras líneas de El credo de los amantes, la historia de erotismo y poesía de Pedro Nolasco Vallejo y Lucía Bretón.

Ellos son los personajes creados por el escritor y periodista Alberto Medina López para su primera novela, que presentará en la Feria Internacional del Libro de Bogotá.

¿Qué historia cuenta en ‘El credo de los amantes’?
Es una historia de amor de infieles: dos seres casados que se conocen de una manera muy particular. Además de la sorpresa que tienen al encontrarse, hay en común la pasión por la literatura erótica. Se encuentran, se aman y leen.
¿Qué hubo detrás?
Es una novela bibliográfica porque antes de sentarme a escribir leí unos 60 títulos de literatura erótica para tejer el libro. Leí a Safo de Lesbos, a Aristófanes, a Ovidio, el gran maestro del amor en el mundo latino. Pasé por la Edad Media, entré a la novela como tal.
Leí a José María Vargas Vila...
¿De dónde nació el nombre del protagonista?
Pedro Nolasco Vallejo es el nombre de mi bisabuelo paterno. Nolasco me parece un nombre muy elaborado.
¿De qué autor siente más influencia en su trabajo?
No traté de pegármele a nadie, pero es una suma de muchos: Flaubert, Borges, Gabo... Leo muchos clásicos y, aunque no lo quiera, uno va heredando formas y va mezclando. Traté de armar mi propio estilo.
¿Cómo decide que este era el tema de su primera novela?
Nace de ese deseo de buscar el erotismo desde la literatura. Y el gran motivador es La llama doble, de Octavio Paz. A partir de ahí empecé a escudriñar el tema.
¿Le fue difícil encontrar una editorial que publicara la novela?
Hay mucho rechazo en las grandes editoriales. Porque no eres reconocido, porque no has ganado un premio o porque no apuestan a publicar a pérdida. Duré año y medio en eso. Hasta que apareció una editorial independiente, como Taller de Edición Rocca.

EL TIEMPO, 23 de marzo de 2013.

Fernando Millán

Director de ADN

Es profesional en estudios literarios de la Universidad Nacional de Colombia y periodista de la Escuela Superior Profesional Inpahu.

Trabajó en la Unidad Investigativa del diario El Tiempo y fue editor del periódico Carta Universitaria de la Universidad Nacional. En los años noventa se vincula a la televisión como libretista de los documentales El juego del poder y Un medio para el ambiente (obtuvo Mención de Honor del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar). Fue periodista político del Noticiero Nacional y subdirector del programa La Noche de RCN Televisión.

Actualmente trabaja en Caracol Televisión como Director de Información. Fue galardonado con el Premio Bicentenario de Periodismo Construcción de Memoria 2010. Dirigió el documental Por los caminos de Gabo, un recorrido geográfico por la vida y obra de Gabriel García Márquez.

El credo de los amantes es su primera novela.

Tomado de El credo de los amantes. J.N.O.


General / Mayo 19 de 2014
En todas partes hay mariposas negras, libro de un quindiano en Filbo
Alberto Medina López es un escritor y periodista nacido en Filandia, Quindío. Ha publicado dos obras literarias de las que habla un poco a continuación.
De Filandia debió salir con su familia cuando tenía dos años de edad por culpa de la violencia, pero aún visita este municipio, el cual describe como sus historias.
Alberto Medina López es periodista de Inpahu y profesional en estudios literarios de la universidad Nacional de Colombia. Durante la XXVII Feria Internacional del Libro de Bogotá, Filbo, presentó su nueva obra En todas partes hay mariposas negras.
Su carrera periodística la ha desarrollado en la televisión colombiana como en noticieros nacionales y La Noche, de RCN. En el momento se desempeña como director de información de Caracol Televisión.
¿Cuál es su profesión?
Soy periodista de Inpahu y profesional en estudios literarios de la universidad Nacional de Colombia. Soy un hombre dedicado a la realidad que no hace otra cosa que escabullirse hacia los territorios de la ficción.
Usted es de Filandia, Quindío, ¿hasta qué edad vivió en esta localidad y por qué se fue de esta región?
La violencia sacó a mi familia del pueblo cuando yo tenía dos años. Volví siempre en vacaciones, hasta quedarme a vivir con mis abuelos cuando tenía siete años para cursar mis primeros estudios. Mi abuelo Santiago me enseñó a leer y a escribir. A Filandia voy cada que puedo porque ese pueblo son mis historias.
¿Cómo descubrió su don o su pasión por la escritura?
Mi 
padre es un gran contador de historias. Creo que por ahí viajaban unos genes. Mi abuelo materno leía, escribía y tocaba piano. Por ese lado también viajaron muchos genes. Desde muy joven me sedujeron las historias y desde ese entonces empecé a arañar mis primeras poesías y mis primeros cuentos.
¿De qué se trata el libro En todas partes hay mariposas negras, presentado en Filbo?
Es una suma de relatos de amor, erotismo y libertad.
¿Cómo describe haber hecho el lanzamiento en este evento literario?
El escritor Nahúm Mont me acompañó en el lanzamiento. Fue una deliciosa jornada de lecturas y de diálogo sobre las formas de convertir una idea en cuento.
¿Qué lo inspiró a hacer la obra?
El amor y la libertad son temas centrales de mis historias, casi todas llenas de la violencia colombiana y de la lucha por salvar el amor. Hasta el primer relato que tiene que ver con un mito griego está tejida de libertad.
¿Por qué el tema del amor?
Porque sin amor, ¿para qué? Somos por el amor. Somos fruto del amor. Sin amor no estaríamos buscando una salida a tanta violencia.
‘Mariposas negras’, estas palabras se pueden relacionar con algo oscuro, tenebroso o de maldad, ¿por qué el título, cuál es la relación entre este y el tema del libro?
Si hay amor, hay desamor. Si hay blanco, hay negro. Si hay noche, hay día. Si una cosa existe, existe su contrario. Las mariposas negras son eso que usted dice, una alusión a lo negativo del ser humano, a sus ambiciones desmedidas, a sus envidias y egoísmos. A eso se contraponen los buenos sentimientos y el amor. Por eso, en la historia, los protagonistas son las dos caras de la moneda.
¿Cuál considera que es la importancia de hacer obras como esta en un país como Colombia, agobiado por muchos flagelos?
La literatura, a diferencia de la historia, refleja el alma humana. La literatura no fija fechas ni calendarios históricos; la literatura cuenta como es el alma de los hombres en un determinado momento de la historia. Los relatos que hoy contamos son el reflejo de nuestras dichas y nuestros sufrimientos. Alguien tiene que contarlo.
¿Piensa presentar la obra en el Quindío?
Si se presenta la oportunidad, estaré feliz de hacerlo.
Este es su segundo libro publicado, ¿qué nos puede decir de su primer trabajo?
El título de mi primer libro es El credo de los amantes. Es una historia de amantes que leen literatura erótica. A lo largo de sus páginas, los amantes lectores nos llevan por un recorrido maravilloso de novelas y poesías de todos los tiempos en los que el erotismo es el centro vital de la construcción poética.
¿Cuál es la invitación a los quindianos para que lean sus obras?
Descubrirán parte de su historia en los relatos. Tienen el tono de nuestros pueblos.
¿Hay algo planeado o pensado para publicar próximamente?
 En este momento estoy trabajando en una nueva novela de amor y desamor.


La  Crónica del Quindío - Armenia


Filandia: “Para el alma no hay éxodo” (Letras de feria)

Alberto Medina López presenta hoy, a las cinco de la tarde, en el salón José María Vargas Vila de Corferias, su novela “Para el alma no hay éxodo” (Talleres de edición Rocca), un recorrido por la historia de su pueblo y por la vida de sus antepasados, quienes padecieron, como miles de miles de colombianos, la eterna violencia en Colombia.

Y en un principio era tierra. Montañas y árboles y más tierra y matas, y algunas serpientes y lobos y búhos y decenas de especies de aves de todos los colores y una que otra leyenda según la cual 200 o 500 años antes, algunas tribus de indígenas vivieron por ahí, e incluso murieron por ahí y fueron enterrados con sus joyas y sus valijas y vasijas para su viaje y su vida en el más allá. Y en un principio, el principio de la historia que relató Alberto Medina en su novela Para el alma no hay éxodo, todo era silencio, o silencio de humanos para ser exactos, hasta que unos hombres decidieron salir de sus poblados y empezaron a marcar un camino hacia la aventura, y su aventura se volvió camino y un largo caminar y descubrir, y después fue un lugar y la decisión de hacer de ese sitio un hogar.

Y en aquel camino aquellos hombres decidieron fundar un pueblo al que unos meses más tarde llamaron Filandia, porque estaba ubicado en al filo de un monte, porque les recordaba un lejano reino que sonaba a hadas y a reyes y duendes, porque la palabra les parecía una cascada de letras y porque todos estuvieron de acuerdo. Con los años, muchos años, otros hombres y en distintas condiciones, decidieron agrupar aquellas tierras y las tierras vecinas y las que estaban más allá bajo el nombre de Quindío, una palabra misteriosa que apareció por vez primera en el siglo XIX y que jamás tuvo connotaciones claras, pero ya entonces las leyes y los documentos y la necesidad de ponerle sellos a todo se habían vuelto costumbre y necesidad.

“Gracias a la ubicación de Filandia, en el filo de una montaña, y a los vientos constantes que visitaban el pueblecillo, la fragancia descendía por las laderas, cruzaba bosques, esquivaba cerros infranqueables, saltaba ríos y seducía a ateos y cristianos, a liberales y a conservadores, a ricos y a pobres. Cuando los fundadores menos pensaron, el pequeño villorrio de los orígenes era un asentamiento pujante de agricultores y comerciantes. El marco de la plaza estaba lleno de casas de puertas enormes, con habitaciones alrededor de un patio, amplios balcones, huertos de frutas y flores y corales en el solar”. (Para el alma no hay éxodo)

En los primeros tiempos de Filandia, siglo XIX, el tiempo de los Vallejo y los Franco y los fundadores de aquel pueblo, las leyes y las firmas no eran importantes. Bastaba con la palabra, y la palabra era la ley. Como solía decir Ramón Franco cuando llegaron algunos funcionarios del Ministerio de Tierras para legalizar sus predios y poner en papeles lo que iba mucho más allá de los papeles, “por la tierra es por la que somos, no porque lo diga un papel”. La palabra era su legado, su valor, y la representación de muchos de los valores de aquella gente. La palabra era un principio de vida y un propósito también, y fue la que sobrevivió al paso de los acontecimientos, a los odios que llegaron en el siglo XX, a la sangre también, a la muerte, y se transformó en historia muchos años más tarde con el libro de Medina López.

Por el libro, las grandes y las pequeñas historias de aquel poblado se hicieron inmortales, y de alguna manera, resurgieron. Regresaron de lo más profundo de la memoria. Se hicieron papel y prensa luego de permanecer años, décadas, entre relatos, leyendas, mitos, cartas, diarios, verdades a medias y versiones de versiones. Renacieron, tiñendo de rojo sangre los imborrables sucesos de la Violencia en Colombia, que también tuvo repercusiones en Filandia y el viejo Caldas y que se adentraron en la vida de su gente y en su futuro, porque el odio llevó a más odio, y el odio siempre fue irracional, y de tanto odio, como quedó registrado en tantos y tantos escritos, la gente olvidó su pasado, sus virtudes y las del vecino por defender falsos ideales, y al final sufrió las graves consecuencias de aquel olvido.

“Arrastrándose entre la maleza, ‘pájaros’ y policías logran evadir las balas que llueven del cielo, y en la huida uno de ellos se desploma por un tiro en la espalda. El regreso de los sobrevivientes parece una procesión de cadáveres. Nadie habla. El sol empieza a golpearlos con latigazos de fuego y sus bocas secas duplican el agobio de la derrota. Exhaustos, sudorosos, desfallecidos, llegan al pueblo para contarle a don Carlos la tragedia de la fallida operación. Carlos Ospina respira rabia con el relato. -¿Desde dónde les disparaban?, pregunta. -Desde los árboles nos pegaron esos hijueputas. ¿No hay de otra!, refunfuña el cabo García. En El Congal celebraban la victoria, pero Eliana Vallejo no era capaz de aplaudir. Intuía que con lo ocurrido empezara el principio del fin de los liberales en El Congal”. (Para el alma no hay éxodo).


De una u otra manera, todos y cada uno de los personajes que Medina López fue creando y recreando en su novela quedaron marcados por la violencia. Unos, con la de la Guerra de los Mil Días y con la que se desató después, por la hegemonía conservadora que duró hasta 1930, y otros, con la que explotó definitivamente con el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948, en pleno centro de Bogotá, “pasada la una de la tarde, cuando los empleados salían de sus oficinas a almorzar”. La cruz de cada quien fue simplemente existir. Fueron blanco de sus enemigos porque eran liberales, o porque eran conservadores o no eran nada, porque eran sacerdotes o alcaldes del pueblo, porque rezaban o no rezaban o porque eran las mujeres de unos o de otros, o sus hijas o nietas. Existían, existieron, y eso fue suficiente para ganarse un tiro o para salvarse de la muerte y huir.

Los que huyeron, aquellos que fueron parte del éxodo y se instalaron en lugares que apenas si habían oído mencionar, se llevaron a cuestas su pasado, sus costumbres, sus credos, sus mitos y leyendas y sus historias, y con el tiempo se fueron mezclando en las grandes ciudades con el pasado de otros migrantes que también tuvieron que dejar abandonados sus pueblos y sus historias, e incluso, en algunos casos, a su gente. Juntos, forjaron otras culturas sobre las viejas culturas, otra Colombia, tomando todos un poco del otro y del de más allá, y hasta formando nuevas familias, aunque en las noches, al acostarse a dormir, fueran conscientes de que habían dejado entre sus ancestros su sangre de origen, el alma, y comprendieran una y mil veces que Para el alma no hay éxodo, como lo describió Medina en el título de su obra.

“En esos años en que mataban en nombre de Dios y de un partido político, en que masacraban a liberales en las plazas públicas y en los campos, ese asesinato remoto terminaba siendo un crimen en la puerta de la casa de los Vallejo y de los liberales de Filandia, y las razones saltaban a la vista. Gaitán era el primer dirigente que le daba al pueblo un lugar en la historia; el sitial del que estaba marginado por cuenta de los gobiernos de turno, de la “oligarquía”, como llamaba a los poderosos, que decidía por todos a puerta cerrada en sus clubes privados. “Creía con fervor en una democracia verdadera”, decía Berardo con emoción”. (Para el alma no hay éxodo)


Gaitán y su Marcha del silencio. Los Vallejo y los Franco. El poblado de El Congal y Filandia. Las montañas y las guacas y la búsqueda de tesoros. Las cometas, el vuelo de lo imposible, el café, las industrias incipientes, las plazas de pueblo, las rutinas y los paseos y los amores. Los “pájaros” y los “chulavitas”, Efraín González y “El chispas”. Como dijo Medina López, “Mi pueblo es el origen de todo. Es mi raíz y la raíz de mis padres. Escribir es tejer y así lo hice durante años. La idea de escribir la historia estaba presente en mi vida desde hacía mucho tiempo. Sin duda, la marca del desplazamiento que vivieron mis padres durante los años de la violencia bipartidista me empujó a darle forma a la novela”. Y la novela se hizo forma y empezó a ser parte de la historia de Filandia también. Él la tituló Para el alma no hay éxodo, “porque estaba enfrascado en el cierre de la historia y de algún lugar del alma salió el nombre. Había estado pensando en títulos, pero ninguno me llenaba. Para el alma no hay éxodo recogía el sentir más profundo de esa ruptura con el origen”.

Fernando Araújo Vélez

Editor de Cultura

El Espectador  - 1 de mayo de 2022. 

https://www.elespectador.com/el-magazin-cultural/filandia-para-el-alma-no-hay-exodo/

Facetas fabulosas y diversas de la historia de Filandia

 Favorito

Autor : Roberto Restrepo Ramírez

Facetas fabulosas y diversas de la historia de Filandia

Carátula de la obra y foto de Alberto Medina López

Facetas fabulosas y diversas de la historia de Filandia -así como los vaivenes del drama humano que generó la violencia bipartidista- se presentan en la última obra de Alberto Medina López. El autor de ‘Para el alma no hay éxodo’ deja consignados en las páginas del libro los momentos cruciales del recuerdo de su municipio, que es también el mío.  

El escritor nació en Filandia en el seno de un hogar tradicional, como también me sucedió. Aunque seguimos destinos distintos, llevamos ese terruño en el corazón. Para Medina López, profesional en Estudios Literarios de la Universidad Nacional de Colombia, su dedicación se centró en plasmar aspectos humanos e históricos en su novela sobre Filandia. En el ejercicio escritural asignó nombres diferentes a los personajes históricos, aunque utilizó el original solo para uno, el de Santiago López, su abuelo, educador ecuánime y un ser sensible que dejó huella en el municipio. Después de leer las 169 páginas, a todos nos queda la misión de continuar con la tarea de compilación y descripción de otros acontecimientos sobresalientes de su vida ciudadana, alrededor de hombres y mujeres que se han destacado en todos los campos. Medina López, en este libro referenciado, lo hace con profesionalismo, como periodista de Inpahu que es y como investigador del periódico El Tiempo en el pasado y, actualmente, como columnista de El Espectador y subdirector de Noticias Caracol.  

No es la primera vez que Alberto Medina López incursiona en este género de la novela. Ya en su primera obra, titulada ‘El credo de los amantes’, considerada por algún crítico como bibliográfica, los protagonistas de una historia de “amor infiel” son Pedro Nolasco Vallejo y Lucía Bretón. El primer personaje está basado en un antepasado suyo, cuyo solo nombre -Pedro Nolasco- dejó marca en la vida administrativa de Filandia, a principios del siglo XX. 

El apellido Vallejo se aborda otra vez en el libro ‘Para el alma no hay éxodo’, que se presentó el pasado 30 de abril de 2022 en la versión de la Feria Internacional del Libro de Bogotá. Igual que ocurrió con sus otras dos obras publicadas, ‘Inventario de deseos’ y ‘En todas partes hay mariposas negras’, su estilo se circunscribe a la conjunción de lo real y lo ficticio. En el contenido de un artículo publicado por el diario La Crónica del Quindío, con motivo del lanzamiento de su colección de cuentos, el autor afirmó: “Soy un hombre dedicado a la realidad que no hace otra cosa que escabullirse hacia los territorios de la ficción”1.  

Su último libro es también alusión a sus antepasados. El personaje más destacado es Joaquín Vallejo, hijo de Berardo y nieto de Santiago. Sobresalen los hechos que sustentan la historia de nuestro municipio y donde se diluyen nuevamente las fronteras de lo que sucedió en la historia y se creó en el imaginario colectivo. Es lo que constituye el sentido de la novela histórica -o si se quiere, la historia novelada- que está en su contenido textual.  

Joaquín Vallejo se presenta, en cada una de las tres partes del libro, como un personaje que rememora la historia de una familia, que lo es también en su condición de protagonista de la historia de un pueblo y, en proyección, nos traslada a la remembranza de algunos hechos históricos de Colombia.  

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Leyendo sus páginas, el contenido se convierte en una cascada de significaciones históricas sobre la vida provincial y las consecuencias de la violencia bipartidista, lo que llevó al éxodo de muchas familias. Pero es también el recuento de historias de amor, de odio y de persecuciones. Y sobre todo es el reflejo de la condición humana, que nos brinda la oportunidad de restañar las heridas sociales. Ello implica la posibilidad de retornar del éxodo - o desplazamiento forzado - a la tierra que nos vio nacer. Porque, como señala el autor, en la última parte del libro, página 159:  

“…la tierra es como el vientre del que un día salimos, un lugar de la realidad que queda eternamente ligado a nosotros como impronta de tiempos felices, así el camino esté plagado de sangre”2.  

Algunos apartes del libro se refieren a esa historia grata de Filandia. Fue emotivo para mí encontrar las menciones de aquellos hitos y acontecimientos. El primero es la alusión a la fundación del municipio, lo que Medina López ubica en el protagonismo de otro Vallejo, Genaro de Jesús, el bisabuelo de Joaquín en la trama de la novela, y quien funge como uno de los colonos fundadores, junto con Carlina Hidalgo, su esposa. La carátula de la obra, reproducción fiel de la fotografía tomada a los sobrevivientes fundadores, en 1928, en la celebración del Cincuentenario de Filandia, refuerza ese primer acontecimiento.  

Otros hechos están relacionados con los primeros años de desarrollo poblacional de Filandia y son encarnados por los personajes de la creación literaria con papeles destacados. Solo citaré dos de ellos, en el marco de los hechos que los pusieron en el plano histórico. Son “Chun”, el cometero y el ebanista Arcadio Arias. El primero, nombrado como “Chan” en el libro, fue famoso por la elevación de la cometa más grande de la época. El segundo, descrito en la página 16, como “el hombre tranquilo que no le hacía daño a nadie”, fue vilmente asesinado. Es llamado, en la obra de Medina López, como “Olmedo Buitrago” y se le recuerda como el tallador de los muebles de madera más bellos.  

La siguiente es una somera mención de otros sucesos y personajes de Filandia y de Colombia, en la novela histórica. de Medina López:  

El Tesoro Quimbaya, la guaquería y los guaqueros. La gesta de colonización. La Guerra de los Mil Días. El asalto del coronel Echavarría. La vereda El Congal y sus familias. La destrucción del busto de Enrique Olaya Herrera. Los amores furtivos. Los leprosos y la plaga de langostas, sucesos que, en el argumento de la obra, se sugieren como los motivantes de otras desbandadas o primeros éxodos de población.  

El asesinato de Gaitán. El anuncio de la “falsa oscuridad” del “padre Almaro”. Los antipersonajes. Los enfrentamientos entre los bandos partidistas. Los ataques. La Cuna de Venus y otros lupanares.  

Esto, y mucho más, que es necesario abordar desde la lectura de dicha obra literaria, entre otras cosas, permitió reconocerme en sucesos de ingrata recordación. Como el que fue mencionado en la página 100, cuando María Rosa, la esposa de Joaquín, “vio una imagen que jamás se borraría de su memoria: los cuerpos de varios campesinos amontonados en el platón de una volqueta color mostaza, asesinados con tiros de gracia”. La lectura de este fragmento corresponde a una escena - tal vez la misma - que mis ojos de niño también presenciaron desde la ventana de la casa paterna de Filandia, en la plaza principal. Algo que nunca se borró de mi mente.  

Fue en mis estudios universitarios que encontré la única referencia registrada de la violencia en Filandia, mencionada por los autores investigadores, la masacre de campesinos en la vereda Bambuco, hecho sucedido el 21 de agosto de 19613. ¿Es concordancia histórica o es otra de las masacres no registradas en aquellos tiempos?  

La tercera parte del libro aborda el éxodo de los Vallejo a Bogotá, un doloroso viaje que debieron emprender los abuelos Berardo, su esposa Esther Julia y Joaquín, con su esposa María Rosa y sus pequeños hijos. Huían del acoso del bandolero Efraín González, pero también escapando de la “espiral de una interminable venganza” (página 163).  

El único aliciente que, como lección, deja la trama de esta novela histórica es el sentido de su título y el párrafo final:  

“Para el alma no hay éxodo, porque nos quedamos a vivir en el territorio de las nostalgias, porque en ese lugar invisible que es el alma, que guarda lo que somos, y lo que hemos sido, quedan grabadas, por siempre y para siempre, las coordenadas de nuestras raíces, el punto de partida” (página 169).  

Bibliografía 
1 “En todas partes hay mariposas negras”. Artículo publicado en: La Crónica del Quindío. Armenia. Mayo 19 de 2014.  
2 Medina López, Alberto. “Para el alma no hay éxodo”. Taller de Edición Rocca. Bogotá, marzo de 2022.  
3 Germán Guzmán Campos, Orlando Fals Borda, Eduardo Umaña Luna. “La violencia en Colombia” Tomo 2. Carlos Valencia Editores. Bogotá,1988. 

La Crónica del Quindío, 13 de mayo de 2022.

https://www.cronicadelquindio.com/noticias/historia-1/facetas-fabulosas-y-diversas-de-la-historia-de-filandia



Primera edición: Marzo de 2022

La fundación de un paraíso en la Tierra: Filandia, Quindío



Sus bisabuelos llegaron a esas tierras de nadie descuajando monte y abriendo camino a peinilla y machete, en una travesía por mesetas angulosas, ríos furiosos de aguas grises y montañas de bruma y abismo.

La cuenta de los días la llevaba Carlina Hidalgo, una mujer menuda, cuya voz de trueno la hacía generala de muchos soles y muchas lunas porque mandaba igual de día que de noche. A causa de su tenacidad, se convirtió en la promotora de ese éxodo a tierras extrañas en busca de fortuna. Era la esposa de Genaro de Jesús Vallejo, un campesino tranquilo y solidario, que parecía una fortaleza por sus músculos que sobresalían como murallas.

El diario de campaña, escrito por Carlina con una cadenciosa letra pegada, estaba borrado parcialmente por el moho del olvido. Joaquín lo encontró muchos años después en un baúl desvencijado, al lado de una lámpara de petróleo, una baraja de naipe español, una bailarina de cuerda, una camándula, un sombrero roído y varias prendas de vestir. La tapa del baúl, arruinada por el comején, se hizo polvo con solo tocarla.

El bisnieto rescató el documento, en cuyas márgenes brotaba la hierba y cuyos bordes se hallaban repletos de hongo negro. La cuenta de los días sin fechas y solo marcada con números se había perdido. A duras penas se alcanzaban a ver los números sesenta y sesenta y cinco y pare de contar. Conservaba, eso sí, algunas líneas que permitían vislumbrar el tamaño de la caravana de campesinos que pretendía encontrar, al azar y sin la voz de Dios como guía, pero con la camándula de la fe, la tierra de sus sueños.

“Salieron diez familias”, se alcanzaba a leer en sus líneas borrosas. Nueve mujeres, once hombres y diecinueve niños y niñas, cuya edad máxima rondaba los trece años. Chan, el único viudo, viajaba con sus hijas Fedra y Ariadna, de seis y tres años, bautizadas así en sus delirios de lector voraz de los mitos griegos.

Filandia es uno de los municipios más turísticos del Quindío, por su marcada tradición cafetera.

Foto: 

Jáiver Nieto. EL TIEMPO

Llevaban seis mulas cargadas, tres pequeñas carrozas con trasteo, cinco caballos, tres vacas y un toro, ocho perros, una lora y un corral de gallinas empotrado en uno de los carruajes. Cargaban herramientas, esteras, sombreros de iraca, cobijas y sábanas multicolores tejidas con retazos de ropa en desuso, canastos que hacían de cuna para los más pequeños y provisiones que era necesario tasar para no morir de hambre en el camino.

Llegaron al filo de la cordillera y desde allí vieron un picacho de nieve a lo lejos, un valle hacia el occidente, un paisaje de cerros sinuosos como senos de mujer al sur y montañas enormes tapadas por el cielo al oriente. En el paisaje, que recorrían sus ojos alucinados siguiendo un círculo, sintieron que abarcaban el mundo. Era la tierra prometida, que los esperaba en el silencio de unos vientos saludables.

–Es un paraíso con agua– gritó Arturo Aguirre cuando vio que el líquido transparente brotaba en todo el centro, cerca de un enorme y frondoso guayacán de flores ocasionales.

Cuando menos pensaron los fundadores, el pequeño villorrio de los orígenes era un asentamiento pujante de agricultores
y comerciantes

Sus palabras se volvieron una fiesta porque todos bailaron alrededor de la vida, que salía a borbotones de la tierra. Aguirre, arquitecto sin carrera, ingeniero por instinto y todero por necesidad, cogió a su mujer de la cintura e hizo, en un súbito arranque de pasión, lo que llevaba mucho tiempo sin hacer: la agarró a besos en la boca. Los niños se unieron a la celebración y terminaron empapados después de su primer chapuzón en agua helada. Esa noche armaron cambuches, prendieron fogatas y cantaron un buen rato hasta que los venció el sueño.

Carlina y Genaro de Jesús, acompañados por los jefes de las familias y orientados por la brújula sabia de Arturo Aguirre, marcaron en un cuadrado perfecto los tamaños de las casas iguales que se habrían de construir en esa meseta iluminada. La urbanización de la nueva ciudad, cuyo nombre era un ejercicio de la imaginación, dejaba espacio en su centro para levantar allí un enorme parque, destinado al convite y la diversión.

El pueblo de la colina se llamaría Filandia, tal y como lo propuso Chan en sus esfuerzos etimológicos para significar que el lugar estaba situado en el filo de los Andes. Genaro de Jesús y Carlina le dieron la bendición y todos aceptaron sin chistar, unos porque sencillamente sentían que les sonaba bien, otros porque creían que les daba un toque nórdico y elegante, y otros más porque veían que detrás de ese nombre se escondía la profundidad de la inteligencia humana. Sea por la razón que haya sido, Filandia quedó bautizado con ese nombre en los libros de geografía.

Editorial Taller de Edición Rocca
170 páginas
$ 39.000

Foto: 

EL TIEMPO

Las familias se dedicaron a construir sus casas a imagen y semejanza de las que habían visto, y a reconocer el nuevo mundo que su esfuerzo les había concedido. Muchos sabían de construcción porque habían sido obreros en la edificación de mansiones ajenas, pero no dejaron de consultar al maestro Aguirre, como le decían, para que sus casas quedaran resguardadas de los malos vientos o de los sacudones que a veces daba la tierra. Casi todos los materiales estaban en la naturaleza: la flexible guadua, los árboles de finas maderas, las fibras vegetales y hasta la boñiga para levantar paredes con cal.

Con piedra y barro afinaron pisos y armaron paredones. Los bosques aledaños, con sus arenillos, que parecían enredarse entre las nubes; con sus robles generosos y enormes, y con el impenetrable comino real, que se resistía a morir bajo las sierras, levantaron casonas con balcón a la plaza. Armaron también el templo para agradecer a su Dios silencioso la bondad de su compañía porque las familias llegaron enteras después de largos meses de travesía.

Con piedras de río, traídas a lomo de mula en cajones de madera, echaron calles a rodar que con el tiempo serían bautizadas con nombres fantásticos: Calle del Embudo, Camino de los Muertos, Calle de la Paz, la Ruta del Barbas, la Calle del Tiempo Detenido, el Senderito de los Locos y la Calle del Pensil.

Abrieron caminos para conectarse a la civilización, tumbaron maleza para sembrar cultivos, sacudieron la tierra, que había perdido la virginidad por pisadas aborígenes, y descubrieron nuevas fuentes de agua, que les ofrendaba la naturaleza como un regalo. La tierra era de todos.

La familia Vallejo estaba compuesta por papá, mamá, dos hijos y otro más, que parecía un tercer hijo, pero en realidad era el hermano menor de Genaro de Jesús, un compañero de briegas que disfrutaba desenterrando guacas y que se pegaba a cuanta aventura convocara su hermano mayor. Saúl Vallejo era mujeriego y decían las malas lenguas que se había pegado a la travesía para escapar de sus responsabilidades como padre de muchos niños concebidos en madres distintas.

Con el permiso de los otros colonos, Genaro de Jesús tomó posesión de una parcela para cumplir con un mandato de su paladar. Había empacado cuidadosamente unas semillas milagrosas para hacerlas crecer en el mundo que vivía en sus sueños y que ahora era realidad, sin saber que en las alforjas lo que traía era un tesoro que lo habría de convertir en un próspero hombre del campo. Las sembró en una loma, al lado de unas frondosas plataneras, y en corto tiempo vio crecer sus tallos y sus hojas verdes lustradas con el betún de la naturaleza, hasta ver los primeros frutos rojos.

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–Parece un niño– dijo Carlina el día que vio a su marido recogiendo la primera cosecha.

Con Saúl a su lado, les quitaron la cacota a los granos y los lavaron para dejarlos en fermentación. En unas latas improvisadas los pusieron al sol y esperaron hasta sentirlos crujir en sus manos. Les quitaron la cascarita a los granos secos y vieron por fin las almendras en la paila terminando de cocerse a fuego lento hasta tomar el color y el olor del café. Se les hacía agua la boca pensando en el sabor de la bebida preparada con aquellos granos, que hacía mucho tiempo no tomaban y se morían de ganas por acompañarla de un tabaco.

La máquina de moler les entregó, por fin, el primer tinto del nuevo mundo. 
Se sentaron en sillas de mimbre destartaladas y encendieron sus tabacos. Genaro sintió en su boca la primera bocanada y, antes de expulsar totalmente el humo, acercó el pocillo humeante a su nariz y se apropió de su fragancia como en una especie de ritual del primer sorbo.

El negocio empezó a
coger fama porque el olor era arrastrado por el viento a los pueblos vecinos y provocaba peregrinajes los fines de semana

–Es el mejor café que he probado– le dijo a Carlina, que también disfrutaba de la bebida.

–Está delicioso –dijo ella–. Debe de ser que esta tierra es bendita para el café.

–¡Bendita!– repitió Saúl como un eco.

No dijeron más mientras saboreaban, sorbo tras sorbo, esa bebida de dioses de otras tierras. Genaro se quedó anclado en las palabras de su mujer, bebió hasta la última gota como quien saborea el elíxir de la vida y pidió más. Su hermano alzó la mano. Carlina les trajo los pocillos rebosantes y Genaro quedó absorto, como si sus ojos nadaran en el fondo de la taza y leyeran su futuro en ese pequeño lago negro. Sorbía, musitaba entre dientes palabras incomprensibles, arrojaba una bocanada de humo de tabaco, otro sorbo, otra inhalación, otra exhalación, la mirada extraviada en la mágica bebida y, de bocanada en bocanada, hasta el último sorbo.

–¡Mija! –exclamó–. Esto hay que hacerlo en grande.

Carlina no hizo gesto alguno, pero se volvió la socia de ese sueño agrícola y comercial que con el tiempo se transformó en la primera trilladora de la región. El negocio empezó a coger fama porque el olor era arrastrado por el viento a los pueblos vecinos y provocaba peregrinajes los fines de semana.

Gracias a la ubicación de Filandia, en el filo de una montaña, y a los vientos constantes que visitaban el pueblecillo, la fragancia descendía por las laderas, cruzaba bosques, esquivaba cerros infranqueables, saltaba ríos y seducía a ateos y cristianos, a liberales y a conservadores, a ricos y a pobres.

Cuando los fundadores menos pensaron, el pequeño villorrio de los orígenes era un asentamiento pujante de agricultores y comerciantes. El marco de la plaza estaba lleno de casas de puertas enormes, con habitaciones alrededor de un patio, amplios balcones, huertos de frutas y flores y corrales en el solar.

(Siga leyendo: La exposición inmersiva y sensorial sobre Van Gogh llega a Bogotá)

ALBERTO MEDINA LÓPEZ

Tomado de El Tiempo: 

https://www.eltiempo.com/cultura/musica-y-libros/libro-para-el-alma-no-hay-exodo-la-fundacion-de-filandia-quindio-679921